jeudi 24 mars 2011

La puerta madera

Ya es primavera en el Corte Inglés y yo metido en la biblioteca. Unos profesores sin escrúpulos me tienen clavado a una silla. Estoy en la sala más grande la biblioteca. Situado al fondo de esta, una ingente cantidad de asientos y mesas se sitúan delante de mi. Acaba con mi perspectiva, una pared blanca. Pared blanca solo manchada por una puerta madera en su centro. No sé qué se encuentra detrás, pero mi interés por averiguarlo ira in crescendo según pasen los minutos.

El interés va aumentando porque esa puerta se está convirtiendo en un agujero negro de diosas. De cada diez ángeles que cruzan la sala, nueve acaban acariciando la manija y se meten ahí dentro. Qué hay tras esos escasos 7 centímetros de madera? Qué puede abducir semejante cantidad de ninfas.

La biblioteca, especialmente la de económicas, está habitualmente poblada de Rihannas y Sara Carboneros. Es decir, supuestas bellezas, supuestamente inteligentes y supuestamente atractivas (tanto "supuesto", suena a Gürtel). Ahí están ellas, con sus Blackberrys con funda rosa siliconada, sus vaqueros hormigonados, sus sweaters estampados con un "University of [introduzca aquí nombre de una ciudad guay que nunca ha visitado y pretenda haber estado ahí de Erasmus] y cara de "jo tía, tengo mogollón de curro pero mi vida es tan genial que no doy a basto, me quedan mil fotos que colgar en Tuenti".

Pero los rayos de luz que atraviesan esa nube tóxica de gloss y textil made in Bershka, son musas que descienden directamente del monte Parnaso. Naturalidad, frescura, aura sin artificios y belleza impoluta. Todas se desplazan con elegancia en un mismo sentido, como un rio de agua cristalina. Todas atraviesan esa puerta que a partir de ahora es mágica. Las niñas miran con recelo y envidia, mientras que las diosas no miran, reparten semillas de amor allá por donde sus pupilas aterrizan.

Basta de intriga. Me levanto y voy a traspasar esa maldita puerta. Quiero salir de una vez de este pozo de dudas. Dejo el portátil, los apuntes, mi botella de agua rellenada. Que se lo lleven todo los novios de las chonis. Me da igual todo. Camino con paso firme hacia la puerta madera. Destapemos el misterio; acabemos con esta deslumbrante obra. Poso mi mano sobre la manija, la giro; y...





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mardi 22 mars 2011

Un día de "merde"

Hoy ha sido un día que no aceptaba otro calificativo que "de mierda". Bueno, lo pongo en francés, que dicen que suena mejor: un día "de merde".

El típico día en que por la mañana, el sillín de tu Bicing está flojo y se baja solo. Tu Bicing de la tarde tiene la tercera marcha bloqueada y asusta al vecindario cuando se te da por frenar. Tu Bicing de la noche... ah, no, por alguna extraña razón, desde Passeig de Gracia hasta Sants, un ser malvado ha decidido llevarse todas las bicicletas. No aparece ni una. Hey... esto qué es? Sí hijo sí, una gota de agua. Y se pone a llover. Obviamente, el paraguas es un lujo que no te puedes permitir y la batería de tu iPod hace rato que se tomó un día de asuntos propios.

El típico día en que me siento más Nick Belane que Don Draper. Estos dos personajes, pese a sus abismales diferencias, tienen en común el alcohol como tabla de salvación. Mi tabla de salvación hoy ha llegado a las 21h55. Estaba en Plaza Catalunya y como si de una botella de Gin se tratara, agarre la escalera mecánica que lleva a la Fnac y me compré el nuevo disco de The Strokes. El alivio fue profundo. La música me evitó cometer una locura. La música me evitó susurrarle a la chica de la Fnac "quieres ir a tomar algo? guapa" y así acabar un día patético de la forma más patética que la sociedad de consumo haya podido crear.

Mi mayor problema es que esta banda no saca un disco por día...




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samedi 5 mars 2011

EP n°14: Lost Page

I lost my page, my book. My library is in flame. Words are flying off like smoke through dirty closed windows. First you blew up my page; then you hid the book. But it was not enough; your villainousness set the library on fire. You destroyed all my references; you threw my memories to a fire place of letters. I’m a white page now. At the mercy of your ink, of your sharpy pen’s point. Your verses will mark my scares; your dots, my bruises; your commas, my tears. I’m an autumn leaf on some damp lawn in London. I’m a sheet filled up with your impulses and whims; a book that will probably die on the top of your library, choked by the unawareness' dust.



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