mercredi 22 septembre 2010

Magic numbers

30 breakfasts. 12 visits to the supermarket. 75 hours of lessons. One visit to the doctor; three to the pharmacy. 26 hours on the Underground. 6 London Bridge crossings. One stroll through the TATE. 62 cups of tea; two of them broken. One book and two magazines read. 23 awkward silences in the lift. 4 Sundays in pyjamas. Two Saturdays in Soho; one in Brixton and one in Camden. 3 bills paid. 7 new friends on Facebook. £27,48 spent in TopShop. 0 flight booked. 8 lads trying to hit on you. 8 disappointed men. 1.944.000 heartbeats. 4 muffins at Costa Coffee. 107 miles with National Express. 59 sighs, 26 of them, over your life. 4 hours starring into space before the Tames. 9 hours listening to The Velvet Underground. 210 hours in bed; 90 sleeping; 43 having nightmares. 30 days and 30 nights to notice that I wasn’t around anymore.


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vendredi 17 septembre 2010

Mauvais plans comptables

Être dépourvu de toute connexion au web permet d’autres activités non moins intéressantes : lecture, balade et archéologie informatique. Cette dernière à comblé bon nombre de mes après-midi estivales.

Avec le temps et les déplacements, je me rends compte que mon disque dur externe commence à prendre une place importante dans ma vie. Celle-ci y est résumée dans les dossiers « Photos » ; « Musique » ou encore « Projets ». Pas de dossier « oups » et d’ailleurs, petit conseil pour tous les adolescents qui lisent ceci : ne jamais, oh grand jamais ! garder ses fichiers compromettant sur son disque dur externe, n’oubliez pas que celui-ci est plus exposé à l’échange et au voyage que votre laptop.

La référence à cet âge où l’acné déploie toute sa beauté n’est pas anodine. En effet, lors d’une après-midi où l’ennui était roi, je me suis mis à jeter un œil à mes anciens dossiers. L’un d’entre eux a attiré mon attention : le fichier « Rapport de stage de 2003 ». Piqué par la curiosité, je l’ouvre. Seize ans à l’époque, j’avais réalisé mon stage en comptabilité (oui, j’étudiais compta) dans une société de construction. Je me demandais : « qu’est-ce qu’un gosse imberbe a bien pu écrire à cette époque là ? ».


Tout ce que je peux dire, c’est qu’à l’époque je ne manquais pas de culot et que l’écriture, ce n’était pas mon fort Nelson (…). En voici quelques perles.

D’abord, un exemple d’autocritique constructive et de modestie :
« À mon avis, mon travail était bon ». Clair, net et précis, what else ?

Un vrai don de l’analyse germait déjà en moi :
« Pour moi, l'ambiance de travail et l'esprit développés dans l'entreprise sont déterminants pour le bon rendement de la société. » C’est clair qu’à 16 ans, on en a vu des sociétés…

Si un jour je veux bosser dans la presse satirique, je crois qu’en montrant la phrase suivante, je serai engagé sur le champ, quelle audace !
« Mes attentes par rapport à ce stage on été rencontrées : ennuyeux et monotone ; je n’en ferai certainement pas mon métier ». Il faut dire qu’avant le stage, je pressentais que la compta ce n’était pas pour moi. Ce stage n’a fait que me le confirmer. C’est pour cela que j’étais quand même reconnaissant envers tout le monde. J’étais juste sincère.

Aller, une dernière perle à ce joli collier de bravoure :
« Si en plus du travail comptable le rythme de travail avait été lent, j’aurais pu m’endormir ». VLAN, c’est pour tous les fanas des plans comptables et leur mallette en sky.

Je me souviens que je ne m’étais quand même pas trop mal débrouillé à la défense orale. Le jury était composé de profs et de comptables. Ils ne l’ont pas trop mal pris. Je crois que c’est ce jour là -27 juin 2003- que j’ai compris que mon truc, serait la diplomatie. No offense hein.

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mercredi 15 septembre 2010

Día 10 : As Seixas - Santiago [70km]

No, no hay ningún error en el título. Han sido 70km en una sola etapa. Como más de dos vueltas a la M30 madrileña. Y no estaba previsto. La idea, era llegar a Arzúa, al día siguiente a Pedrouzo para finalmente llegar el sábado a Santiago. Caminar 40 o 50km nos parecía una empresa casi imposible; llegar a Santiago del tirón: Una dilatada utopía.

Por la mañana, me resulta muy difícil despertarme. Es lo que pasa con los albergues cinco estrellas. Me quedaría un par de semanas pero a las 5h30, ya estoy delante de mi vaso de agua y mi rebanada de pan reseco. Como siempre últimamente, me cuesta mucho iniciar la andadura. No tengo ni idea de donde dormiré esta noche, mis energías son como un perfume que se acaba, mis zapatillas empiezan a ceder por todas partes. Total, si esta mañana hubiese tenido a disposición una hoja de reclamaciones, habría tenido para completar una saga.

Camino con Patricia. No para de hablar pero mi cerebro aún no ha encontrado el interruptor social. Me siento borde y me arrepiento de ello. Pero es que en ese momento, solo me preocupa lo que haré esta noche. La idea de caminar hasta más no poder y dormir donde sea, crece. Mi árido moral no es ayudado por el Camino: paisaje urbano, asfalto, desviaciones kilométricas, etc. El primer pueblo, Melide, parece situarse a 20000 años luz.

Como explicado ayer, en Melide se encuentran tres Caminos diferentes. El Francés (el más popular), el del Norte y el Primitivo (el que hago). A partir de aquí, hay que regatear como Djalminha para adelantar a los demás pelegrinos. Ya no se puede intercambiar algunas palabras con los caminantes que se van alcanzando, son demasiados. Demasiados e insoportables. Les llamo “Fakes”. Grupos de personas que han encontrado una forma barata de pasar una semana con los colegas. Lo peor, es que nos quitan las camas ya que no hay ninguna prioridad para los que viene de más lejos. Todo ello, hace brotar en mí las ganas de ir lo más lejos posible, sin importarme el sueño ni el cansancio. Paradójicamente, ver tanta gente en el Camino, me aporta una dosis extra de motivación. Estoy más positivo y más propenso a conversar. No sin sufrimiento llegamos a Arzúa, la ciudad del queso. Aquí era donde teníamos que parar hoy. El pueblo está a reventar de pelegrinos; un infierno. Nos sentamos a comer en el parque central. Es la una, podríamos llegar a Pedrouzo a las seis, sin prisas y sin pensar en lo que haremos después. Seguimos.

Eso sí, el gorro y las gafas de sol son dos elementos indispensables a la hora de caminar por la tarde. El Camino está prácticamente vacío. Imagino que todos los pelegrinos están disfrutando de una dulce siesta en una de esas camas que nos han robado. Malditos, ojalá los colchones estén llenos de piojos. Después de un par de kilómetros, nos sorprende el ritmo que llevamos. Empezamos a sopesar la idea de tirar hasta Santiago. Lo que esta mañana parecía una locura, es ahora un desafío. En ello, encontramos una nueva fuente de energía y excitación. Hasta entonces deambulábamos como zombis; ahora somos bravos guerreros. Llegaríamos a Santiago sobre las doce de la noche después de haber caminado 70km! Como diría Barney Stinson: “Challenge accepted!”

Llegados a Pedrouzo, nos dejamos llevar por la curiosidad y echamos un vistazo donde habríamos dormido. Un horror. Un polideportivo más parecido a un campamento de refugiados. Refugiados del botellón, ya que lo que más se oye, son los ruidos de botellas de cristal. La antítesis del Camino de Santiago.

Polideportivo en el botellón y vice versa

« Ya solo » quedan 20km para Santiago. Rápidamente, llegamos al aeropuerto de la ciudad. Aprovechamos para rematar nuestras últimas botellas de Aquarius mirando los aviones despegar. Pensamos que lo más duro ya está hecho; todo lo contrario. Los últimos 12000 metros resultan interminables y angustiosos. Tenemos que atravesar zonas boscosas que, al caer la noche, tornan terroríficas.

Con el miedo en el cuerpo, llegamos a Monte do Gozo. El monte que domina Santiago. Por fin podemos ver la Catedral de Santiago; punto y final del Camino. Me duermo sobre una piedra. Patricia me despierta animándome para la recta final. Recta ? Sí, claro. El descenso es el purgatorio para la planta de los pies. En la capital gallega, cada variación urbana –aceras, escalones, semáforos, cambios de dirección- son como un paso más sobre la brasa. Tardamos casi cinco minutos para bajar unas escaleras, giramos a la derecha y ahí está, la impresionante Catedral de Santiago de Compostela. El Camino se acabó.

Debo admitir que en el momento, no siento nada particular. El cansancio es tal, las ganas de derrumbarme donde fuera tan cegadora, que creo que no realizo que todo se ha acabado. Supongo que mañana me daré cuenta de todo. Ahora, nos dirigimos al hostal. En la ducha, el agua que se escapa entre mis pies es negra; estoy a punto de dormirme bajo el chorro tibio de agua. Salgo, me abalanzo sobre mi cama y no me muevo más hasta ocho horas más tarde.

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Jour 10 : As Seixas - Santiago [70km]

Non, il n’y a pas de faute de frappe dans le titre. Ce sont bien 70km en une étape. Soixante-dix ou septante selon si vous avez un gouvernement ou pas. Et se n’était absolument pas prévu. L’idée était de se rendre à Arzua, le lendemain à Pedrouzo et arriver samedi à Santiago. Faire 40 ou 50km nous paraissait déjà une tâche proche de l’impossible ; arriver à Santiago « one shot » : une vaste blague.

Le matin j’éprouve énormément de mal à me lever. C’est ce qui arrive quand l’auberge est trop confortable. J’aimerais y rester pour quelques semaines mais à 5h30, je suis déjà devant mon verre d’eau et ma tranche de pain sec. Comme tous ces derniers jours, il m’est difficile de démarrer. Je n’ai aucune idée d’où je vais dormir ce soir, mes réserves d’énergies sont à sec, mes chaussures commencent à craquer de tous les côtés, etc. Bref, si ce matin il y avait un bureau des pleurs, j’y aurais bien réservé un guichet à mon nom.

Je marche avec Patricia. Elle parle toujours mais dans mon cerveau, l’interrupteur social n’a toujours pas été allumé. Je me sens parfois antipathique et je le regrette. Mais à ce moment, je suis plus préoccupé pour cette nuit. L’idée de marcher jusqu’à n’en plus pouvoir et dormir n’importe où, croît. Mon moral de chien n’est pas aidé par le Chemin non plus. Paysage urbains, asphalte, déviations kilométriques ; Melide –premier village à traverser- semble être à 2000 bornes.

Comme expliqué hier, à Melide que se rejoignent trois Chemins. Le Français (le plus populaire), celui du Nord et le Primitif (celui que je fais). À partir d’ici, il faut zigzaguer pour dépasser les autres marcheurs. Fini l’échange de quelques mots avec les pèlerins que l’on rattrape, il y en a trop. Trop et insupportables. Je les appelle les « Fake ». Des groupes de personnes qui on trouvé un moyen bon marché de passer une semaine entre potes. Et bien sur, ils occupent tous les lits. Aucune priorité pour les marcheurs qui viennent de loin. Tout cela fait germer en moi l’idée d’aller le plus loin possible. Peu importe l’heure et mon état. J’oublie que dormir est un besoin primaire. Mais paradoxalement, voir tout ce monde sur le Chemin boost mon moral et mes jambes. Je suis plus positif, donc plus enclin à converser. Non sans peine nous arrivons à Arzua, lieu d’arrivée pour aujourd’hui, en théorie. La ville est bondée. C’est l’enfer. Nous prenons des forces sur un banc du parc central. Il est 13h, on se dit que si on quitte Arzua a 14h, on pourrait être à Pedrouzo pour 18h ; sans stress et sans penser à la suite.

Par contre, la casquette et les lunettes de soleil se font indispensables pour marcher l’après-midi. Le chemin est presque vide. J’imagine que les marcheurs sont en pleine sieste dans un des confortables lits qu’ils nous ont pris. Grrrr. Après quelques kilomètres, nous sommes surpris par notre rythme. Nous commençons à envisager sérieusement de continuer jusqu’à Santiago aujourd’hui. Ce qui ce matin paraissait une folie est maintenant devenu un défi. Nous trouvons une nouvelle excitation alors que nous déambulions comme deux zombies. Nous arriverions sur les coups de minuit après avoir marché 70km ! Comme le dirait Barney : « Challenge accepted !»

Arrivé à Pedrouzo –ce qui devait être notre dernier arrêt avant Santiago-, nous nous laissons guider par notre curiosité et allons voir où nous aurions dû dormir. L’enfer. Un complexe sportif ressemblant à un camp de réfugier. Un capharnaüm à des années lumières du calme dont nous avons profité durant l’après-midi. Des jeunes assis en cercle autour de bouteilles de rhum et de vodka. L’anti-Chemin de Saint-Jacques.

« Plus que » 20 kilomètres pour Santiago. Nous arrivons rapidement à l’aéroport de la ville. Nous en profitons pour vider la dernière bouteille d’Aquarius du Chemin tout en regardant les avions décoller. Nous pensions que le plus dur était déjà accompli ; tout le contraire. Les 12000 derniers mètres sont interminables et angoissant. Nous devons traverser des zones de forets qui, la nuit tombée, deviennent terrifiantes.

Nous voilà à Monte do Gozo, la montagne qui surplombe la ville de Santiago. Enfin ! Nous voyons la Cathédrale, point final du Chemin de Compostelle. Je m’endors contre une pierre. Patricia me réveille m’encourageant pour le sprint final. Sprint, mon œil. La descente est un purgatoire pour la plante des pieds. En ville, chaque variation urbaine –trottoirs, marches, feux de signalisation, changement de direction- est comme un pas de plus sur de la braise. Nous tardons bien cinq minutes à descendre 20 marche, tournons à droite et voilà, l’impressionnante Cathédrale se dresse devant nous. Le Chemin est fini.

Cathédrale de Saint Jacques de Compostelle

Je dois quand même avoué que sur le moment on ne sent rien. L’épuisement est tel, l’envie de s’effondrer n’importe où est tellement aveuglant, qu’on ne réalise pas vraiment que tout est fini. Le lendemain sera le jour de la prise en conscience, j’imagine. Maintenant, nous nous dirigeons vers l’auberge que nous avons appelée auparavant. Celle-ci surpasse en confort les autres auberges –le prix aussi bien sur-. Dans la douche, l’eau qui s’échappe entre mes pieds est noire ; je suis à deux doigts de m’endormir sous le pommeau de douche. Je sors, m’écrase sur mon lit et ne bouge plus pendant huit heures.

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jeudi 9 septembre 2010

Día 9 : Lugo - As Seixas [34km]

Esto va de mal a peor. Si la etapa de ayer ya se hizo larga, la de hoy es interminable. Las carreteras nacionales van acabar conmigo; ya sea aplastado por un tráiler o muerto de aburrimiento. A todo esto, se le añade el desgaste de una semana de Camino y la alimentación más bien pobre. La mochila parece pesar más, el asfalto más duro y mis pies se han convertido en dos mazas de veinte kilos cada una. Por la mañana, una ampolla despierta de su sueño y me obliga a parar tras unos metros para colocarme una venda. Ojo con el día que me espera.

La etapa de hoy la hago integralmente con Patricia. No para de hablar. No sé cómo consigue caminar a buen ritmo y mantener conversaciones. Pero hoy, no me apetece nada charlar; y lo siente. Mi comportamiento huraño se ve interrumpido por la aparición del pueblo de San Roman. Hasta entonces, no dábamos con ninguna señal de vida humana; me empezaba a preocupar seriamente. Todo me molestaba: el sol, el viento, las telarañas, los ancianos que osaban cruzarse en mi camino, los demás pelegrinos, su olor, mi olor, etc.

Pero parece que la aparición de San Roman ha derramado algo de carburante en mi depósito. Estoy un poco más abierto a conversar. De hecho, las conversaciones se profundizan. Es interesante ver como a veces es más fácil abrirse a extraños que a personas de confianza. Es como escribir en una pizarra recién estrenada, sin anotaciones previas, sin tizas ya gastadas. El tiempo pasa ahora más rápido y sin darnos cuenta, ya han pasado un par de horas.

Y así llega la segunda aparición mariana: el albergue. Habíamos previsto caminar hasta Melide -17km más-. Allí, probablemente no habríamos encontrado donde dormir ya que en ese pueblo, coinciden tres Caminos. La afluencia de pelegrinos aumenta y los colchones desaparecen. Entonces, como un milagro, aparece el albergue de As Seixas. En una aldea desértica. El edificio fue inaugurado hace una semana con lo cual no aparece en las guías. El establecimiento es precioso, parece salido del lápiz de un diseñador sueco. La arquitectura moderna se funde perfectamente en el entorno rural. Somos los primeros en llegar. Alucinamos. Cinco euros por un albergue que vale más que muchos hoteles de tres estrellas.

El único inconveniente es que la tienda más cercana está a tres kilómetros. Ninguno de nosotros tiene el coraje de lanzarse en semejante odisea. El sol descarga toda su furia y nuestras fuerzas brillan por su ausencia. En total, somos siete en el albergue. Decidimos juntar todos nuestros víveres en la cocina. Entre todos, conseguimos montar una comida básica pero nutritiva y simpática. El hecho de tener una cocinera entre nosotros ayuda bastante.

Preparando el manjar en la cocina fashion, qué te parece Arguiñano?

El resto del día, lo paso con los pies en la piscina –sí, hay piscina- y en la cama descansando. Tengo que disfrutar de estas comodidades. Presiento que a partir de mañana, tendré que dormir en la calle. Tras Melide, el Camino se convierte en una autopista con las áreas de descanso saturadas. No tengo saco de dormir ni esterilla. Mi espalda me va odiar. Resignado, me duermo soñando que Santiago está a 15km y que mañana será la última etapa.

Se me olvidaba. Esta mañana, hemos cruzado un rebaño de vacas. Unas cincuenta bellezas y yo en medio de ellas. La mejor representación gráfica del paraíso.

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Jour 9 : Lugo - As Seixas [34km]

Ça va de mal en pire. Si l’étape d’hier s’est faite longue, celle d’aujourd’hui est interminable. Les routes nationales vont me tuer ; soit écrasé par un camion soit paralysé d’ennui. À cela s’ajoute les frais physiques de plus d’une semaine de marche et d’alimentation pauvre. Le sac semble plus lourd, l’asphalte plus dur et les pieds sont devenus deux enclumes. Le matin, une ampoule se réveille au talon. Après quelques centaines de mètres je dois m’arrêter pour y poser un sparadrap. Je crois que la peur de devoir m’arrêter me fait plus mal que la blessure elle-même.

Aujourd’hui, toute l’étape se déroule avec Patricia. Elle n’arrête pas de parler. Je ne sais pas comment elle réussi à garder le rythme et maintenir son débit de parole. Aujourd’hui je n’ai vraiment aucune envie de discuter ; et elle le sent. Mon humeur maussade est interrompue par l’apparition du village San Roman. Jusqu’à ce moment là, pas le moindre signe de civilisation. Tout me dérange : le soleil, le vent, les toiles d’araignée, les vieux qui osent se croiser sur mon chemin, les autres pèlerins, leur odeur, mon odeur, etc.

On dirait que cette apparition verse un peu de carburant dans mon réservoir moral. Je suis un peu plus ouvert à converser. D’ailleurs, les conversations s’approfondissent. C’est fou comme parfois il est plus facile de s’ouvrir à un étranger qu’à une personne de confiance. Le temps passe plus vite et s’en à peine nous en rendre compte, quelques heures sont déjà passées.

Enfin, la deuxième apparition divine du jour : l’auberge. Nous avions prévu de marcher jusqu’à Melide –à encore 17km-. Là bas, nous n’aurions probablement pas trouvé de lit pour dormir car à Melide, se rencontrent trois Chemins différents ; l’affluence explose et les matelas disparaissent. C’est donc comme un mirage qu’apparait cette auberge, dans le village désertique de As Seixas. L’établissement a été inauguré il y a une semaine et n’apparait pas encore dans les guides. Le bâtiment est magnifique, il semble issu du crayon d’un designer suédois. L’architecture moderne épouse parfaitement la ruralité du coin. De plus, nous sommes les premiers arrivés. Nous n’en revenons pas. Cinq euros pour une auberge qui vaut bien plus que beaucoup d’hôtels trois étoiles.

Le seul inconvénient est que l’épicerie la plus proche est à trois kilomètres. Aucun de nous n’a le courage de s’engager dans ce parcours bonus. Le soleil décharge toute sa rage et nos forces sont plus que limitées. Nous ne sommes que sept au total dans l’auberge. Étant donné la situation, nous décidons de réunir toutes nos provisions dans la cuisine. À nous sept, nous rassemblons de quoi faire un repas basique mais nutritif et convivial.

Le reste de la journée, je la passe avec les pieds dans la piscine –oui, il y a une piscine !- et dans mon lit. Je dois savourer ces instants de confort. Je pressens qu’à partir de demain, je devrai dormir dans la rue. Après Melide, le chemin devient une autoroute où les aires de repos sont saturées. Je n’ai pas de natte ni de sac de couchage. Mon dos va m’en vouloir. Résigné, je m’endors rêvant que Santiago n’est qu’à 15km et que demain sera la dernière journée.

Oui, je me sentais comme au beau milieu d'un défilé Victoria Secret

J’oubliais. Pendant notre marche, nous avons croisé un troupeau de vaches. Autant dire que j’étais au paradis. Entouré d’une cinquantaine de grâces noires et blanches.

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