samedi 28 août 2010

Día 7 : Padrón - Cádavo [28km]

No sé si fue el hecho de esperar ver a Heidi Klum al final de esta etapa, pero Daddy’s back!. Por la mañana estoy supermotivado. Doy vueltas por el albergue como un león enjaulado, en cuanto abran, saldré disparado. Y así es. Salgo rápido para evitar compañías inoportunas. Me adentro en la noche.

En la oscuridad, solo veo las linternas de los demás pelegrinos moverse a lo lejos. Qué angustioso panorama. El miedo combate mi moral pero este es invencible por ahora. Adelanto a los caminantes hasta llegar a un grupo donde se encuentra Patricia, una barcelonesa con quien llevo coincidiendo un par de días. Se agarra a mi ritmo y sigue caminando conmigo. Al principio estoy un poco decepcionado; no podré emular a Nadal cuando se automotiva –y sé cuán importante es para mí-. Finalmente, todo lo contrario. Estoy contento de esta compañía. Caminamos juntos más de tres horas; y es que el tiempo pasa rápido cuando las conversaciones son interesantes.

A medio camino, decide pararse para comer. También me gustaría, pero sé que una parada ahora enfriaría mis piernas, y eso podría ser letal para el resto de la etapa. En la aldea donde se para, están la mayoría de los pelegrinos desayunando también. Entre ellos, los Superman. Obviamente, recibo un dardo como el de ayer por parte de uno de ellos. Igual que ayer, eso se convierte en nitroglicerina para mi energía.

Retiro mi jersey, trago un cruasán de chichinabo, me pongo los auriculares y ahí voy. 2Many Dj’s me empuja en la subida más delicada del día. Entonces, adelanto el grupo de húngaros. Siempre es un gusto dar con ellos. Tienen una sonrisa clavada que compensa perfectamente sus problemas con el castellano e inglés. Uno de ellos me pregunta si lo que estoy escuchando es hard-rock para poder escalar a esa velocidad. Le contesto que todo es cuestión de suerte, de cabeza y de DJ.

Durante unos kilómetros, la música es carbón para la locomotora que tengo en las piernas. Hasta el momento en que me hallo completamente perdido. Sin indicaciones, caminos similares y ni un solo vecino a quien preguntar. Sé que Cádavo está detrás de la colina que tengo delante. Vaya por donde vaya, no me desviaré mucho; pero no hay cosa más frustrante en este Camino que recorrer kilómetros en vano. Me fio de mi intuición. Mal. No era el camino más corto. Al final de un sendero por un pinar, por fin doy con una flecha amarilla. Le doy al play et recobro la sonrisa.
Casi me echo a rodar en la última pendiente hacia Cádavo, fin de etapa. Llego segundo detrás de Louise, la canadiense. Genial porque solo hay 22 camas. Esta etapa ha pasado muy rápido. No sé si por las tres horas de caminata acompañada o por el arte de mi mp3. En realidad, todo el mundo piensa igual. Estos 28km han parecido más cortos que otros. Mañana será más largo hasta Lugo -36km-. Pero si encaro la etapa con el ánimo de hoy, mejor haré en adquirir un bañador, ya que después de Santiago seguiré hacia Nueva York. David Meca? Quién es David Meca?

Hoy toca cenar por turnos

El albergue es muy agradable. El edificio es nuevo pero el inconveniente es que solo tenemos un tenedor y una cucharilla para 22 personas. Por suerte, tengo mi supernavaja. El césped exterior es una gozada para charlar tomando el sol. Con la caminata, estoy alcanzando un bronceado obrero muy poco glamuroso. Y ojo, que esta noche preparo sopa. Necesito vitaminas, si no el final del Camino va a serlo también para mi salud. Y en cuanto a salud social –no aplaudan la sutil transición que hoy ya voy muy sobrado-, empiezo a pensar que será duro no volver a ver toda esta pequeña familia una vez llegado a Santiago. Una vez más, la vida me enseña que las experiencias con fecha de caducidad, son las únicas destinadas a la inmortalidad de la memoria.

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