Contaba con despertar a las seis pero con la mala noche que he pasado, a esa hora ya estoy caminando. Tras medio litro de Biofrutas y très Digestive, me lanzo a la conquista de la noche asturiana.
No sé porqué, pero esta mañana tengo a Lady Gaga metida en la cabeza. No paro de tararear el “he he he he” de Telephone. Lo cierto es que desde entonces, la odio un poco menos. Tiene su lógica; con mi linterna, ha sido mi única compañía durante más de una hora de trayecto nocturno. Copón qué miedo! La visión se reduce a lo que los leds de mi lámpara quieren mostrarme, lo cual es poco, y la cara de Gaga. Los ruidos extraños se multiplican tanto como mi excitación. Con el amanecer, no se acaba el ambiente terrorífico ya que la niebla convierte a los montes astur, en calles de Whitechapel con Jack el Destripador escondido tras cualquier árbol.
No sé si por culpa del miedo o Lady Gaga –o el miedo « a » Lady Gaga-, pero hoy tengo un ritmo alucinante. Al inicio de la etapa me siento como en una autopista alemana. Cuando enciendo el iPod, acelero más si cabe. Espero no pinchar, pero el modo aleatorio me está tratando como un rey. En las peligrosas pendientes, el Messi que llevo dentro sale para saltar de piedra en piedra. Donde pierdo cadencia, es en llano. Está claro que lo mío es la inestabilidad. Mi ritmo solo se ve ralentizado por un comienzo de calambre en la pierna izquierda. Freno, para poder acelerar más un rato después. Hoy tengo la sensación de poder llegar a Santiago de una tirada.
Poco después del pueblo de Borres, llega el mejor momento de la etapa. Llevo cuatro horas caminando y mis fuerzas empiezan a desaparecer. Muero de hambre, los mareos empiezan a acorralarme, mis manos tiemblan. Intento tirar lo máximo que puedo, sabiendo que una parada ahora, podría ser letal para el resto de la etapa. Pero cada paso se hace más pesado. De repente, delante de mí se iza un muro. Un camino de tierra y piedras con un porcentaje brutal. Me paro. Ya no tengo fuerzas. Maldigo el Camino Primitivo por ser tan cruel. Pero no contaba con la música. Mi iPod rompe su mutismo con el A7 de Time For Heroes. Los nueve guitarrazos del inicio se transforman en taladradoras para ir a buscar mis últimas fuerzas. Es como si esta canción hubiese cogido mi mochila e instalado una escalera mecánica. Trepo por el muro como un lagarto. Una vez arriba, tardo varias canciones en recuperarme de esta aparición divina musical. Voto por la beatificación de mi iPod.
Más lejos, en Porciles, vivo el momento de pánico del día. Me paro en un bar para comprar un Aquarius –segundo patrocinador del Camino después de Philadelphia-. Pero no encuentro mi cartera! La había colocado en el centro de mi mochila, para evitar que se mojase con el sudor y la ropa secando. El señor del bar debió de pensar que intentaba hacerle un 13-14 (sigo sin entender esta expresión), pero rápidamente se dio cuenta de que no era teatro. Al final la encuentro, pago y comemos perdices.
Tranquilizado, el resto de la etapa es una bajada constante hacia Pola de Allande. MIA y Arctic Monkeys acaban de regalarle tres litros de RedBull al Messi que soy hoy. Hasta se me ocurre correr por los peligrosos senderos. Más tarde me daría cuenta de que no había sido una idea muy brillante, ya que en cualquier momento mi rodilla me hubiera podido decir “ahí te quedas Salinas”. Pero como comentado anteriormente, hoy no me para nada.
Acabo de realizar dos etapas en una. A mi llegada, solo quedan tres camas. Desde luego, mi suerte de hoy no tiene límite. El albergue se parece al de ayer, tipo industrial. Según el camino va avanzando y la afluencia aumenta, los albergues cada vez pierden más su esencia y su calor. En cuanto a mi estado, cada vez me siento mejor. El mental y el físico se alimentan el uno del otro. Me siento fuerte porque mis piernas aguantan y mis piernas aguantan porque mi mente es lo bastante fuerte como para no atender sus quejas.
Mañana toca etapa larga -35km y dos puertos-, así que me voy al deporte nacional: la siesta. Que Lady Gaga me siga siendo mi luz.
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