Esta noche dormí bien, demasiado bien. Tan bien que eso ruinó mi sexta etapa. Porque hoy, fatal. Ha sido la etapa que temía; esa donde nada sale, donde todo parece complicado. Pese al corto recorrido -21km-, ha sido la peor desde el inicio del Camino. Probablemente sea la consecuencia de los dos últimos etapones pero también el hecho de llevar a alguien conmigo.
Porque sí, el Superman de ayer decidió acompañarme hoy también. No es mala persona, al contrario. Se le ve muy buen persona, generoso, amable. Lo que mi abuela calificaría de “noble”. Además tiene acento murciano “sabeh?”; y eso me recuerda Muchachada Nui. El problema no es él, soy yo. Para caminar, necesito estar solo para poder hablarme, cantar, gritar, tocar “airguitar”. Mis técnicas de motivación difícilmente admiten público. Intento dejarlo atrás pero aguanta el tirón pese a sus problemas de ligamento. Mañana será el día de la escapada. Hoy le estoy convenciendo de que reduzca su ritmo, si no, su pierna le dirá basta. En realidad, siendo egoísta le estoy haciendo un favor, ya que si me sigue a ese ritmo, se romperá y volverá a Murcia antes de tiempo.
Sobre la etapa de hoy, poca cosa que contar excepto el ascenso al puerto del Acebo –frontera entre Lugo y Asturias-. Recuerdo el monumental ruido de las eólicas en la opacidad de la espesa niebla. No se ve nada, pero sentimos que a un par de metros, un gigante está revolviendo sus brazos. Impresiona. Es como tener a Goliat delante suya y cerrar los ojos. Por lo demás, mucho asfalto destroza-pies y moral. Intento evadirme centrándome en la etapa de mañana. Me mentalizo para hacer un sprint de 30kilometros. En el Camino, cada vez hay más gente y las camas cada vez están más caras –en sudor, ya que el precio siempre son 5€-.
Es interesante ver como la afluencia de nuevos pelegrinos modifica los comportamientos. Un abismo separa los antiguos y los nuevos caminantes. Los primeros desarrollan un instinto competitivo que antes no tenían; los nuevos ven el Camino como una semanita de vacaciones con los colegas: botellón por la noche, jaleo hasta las tantas, quejas sobre el estado de los albergues, etc. La cohabitación es a veces complicada.
Hoy no he grabado, dibujado ni creado nada. El moral no estaba para ello. Esta mañana desayuné una galleta, para la comida, dos lonchas de pan y para cenar, encontré una lata de atún. Se me olvidaba precisar. A lo largo del Camino, se va perdiendo cualquier noción del tiempo y del espacio. Parece que no existe calendario y que todas las distancias se calculan en años luz. Y hoy, es domingo. Me he dado cuenta de ello al entrar en Padrón, donde todo estaba cerrado. En ese momento extrañé Barcelona y sus OpenCor, pakistanís y chinos. Pues a pasar hambre.
Venga, acabemos con una nota positiva. Las tardes cada vez se hacen más cortas gracias a las largas conversaciones que tenemos entre los pelegrinos. Pero lo mejor, lo que me va a motivar para mañana, como tener a Heidi Klum esperándome en el próximo albergue: el sol ha pegado durante toda la tarde, con lo cual toda mi ropa está seca. Mañana no tendré que cargar con ropa húmeda y mis calzoncillos no estarán colgando de mi mochila. Si me cruzo con Heidi, será un punto a mi favor.
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