jeudi 9 septembre 2010

Día 9 : Lugo - As Seixas [34km]

Esto va de mal a peor. Si la etapa de ayer ya se hizo larga, la de hoy es interminable. Las carreteras nacionales van acabar conmigo; ya sea aplastado por un tráiler o muerto de aburrimiento. A todo esto, se le añade el desgaste de una semana de Camino y la alimentación más bien pobre. La mochila parece pesar más, el asfalto más duro y mis pies se han convertido en dos mazas de veinte kilos cada una. Por la mañana, una ampolla despierta de su sueño y me obliga a parar tras unos metros para colocarme una venda. Ojo con el día que me espera.

La etapa de hoy la hago integralmente con Patricia. No para de hablar. No sé cómo consigue caminar a buen ritmo y mantener conversaciones. Pero hoy, no me apetece nada charlar; y lo siente. Mi comportamiento huraño se ve interrumpido por la aparición del pueblo de San Roman. Hasta entonces, no dábamos con ninguna señal de vida humana; me empezaba a preocupar seriamente. Todo me molestaba: el sol, el viento, las telarañas, los ancianos que osaban cruzarse en mi camino, los demás pelegrinos, su olor, mi olor, etc.

Pero parece que la aparición de San Roman ha derramado algo de carburante en mi depósito. Estoy un poco más abierto a conversar. De hecho, las conversaciones se profundizan. Es interesante ver como a veces es más fácil abrirse a extraños que a personas de confianza. Es como escribir en una pizarra recién estrenada, sin anotaciones previas, sin tizas ya gastadas. El tiempo pasa ahora más rápido y sin darnos cuenta, ya han pasado un par de horas.

Y así llega la segunda aparición mariana: el albergue. Habíamos previsto caminar hasta Melide -17km más-. Allí, probablemente no habríamos encontrado donde dormir ya que en ese pueblo, coinciden tres Caminos. La afluencia de pelegrinos aumenta y los colchones desaparecen. Entonces, como un milagro, aparece el albergue de As Seixas. En una aldea desértica. El edificio fue inaugurado hace una semana con lo cual no aparece en las guías. El establecimiento es precioso, parece salido del lápiz de un diseñador sueco. La arquitectura moderna se funde perfectamente en el entorno rural. Somos los primeros en llegar. Alucinamos. Cinco euros por un albergue que vale más que muchos hoteles de tres estrellas.

El único inconveniente es que la tienda más cercana está a tres kilómetros. Ninguno de nosotros tiene el coraje de lanzarse en semejante odisea. El sol descarga toda su furia y nuestras fuerzas brillan por su ausencia. En total, somos siete en el albergue. Decidimos juntar todos nuestros víveres en la cocina. Entre todos, conseguimos montar una comida básica pero nutritiva y simpática. El hecho de tener una cocinera entre nosotros ayuda bastante.

Preparando el manjar en la cocina fashion, qué te parece Arguiñano?

El resto del día, lo paso con los pies en la piscina –sí, hay piscina- y en la cama descansando. Tengo que disfrutar de estas comodidades. Presiento que a partir de mañana, tendré que dormir en la calle. Tras Melide, el Camino se convierte en una autopista con las áreas de descanso saturadas. No tengo saco de dormir ni esterilla. Mi espalda me va odiar. Resignado, me duermo soñando que Santiago está a 15km y que mañana será la última etapa.

Se me olvidaba. Esta mañana, hemos cruzado un rebaño de vacas. Unas cincuenta bellezas y yo en medio de ellas. La mejor representación gráfica del paraíso.

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