El eterno dilema. Fichar por un grande y asumir la alta probabilidad de jugar muy poco. O quedarse en uno más modesto y ser titular indiscutible. Ahí la gran pregunta que se hacen todos los jugadores con gran proyección.

Hoy es día de partido. Presientes que en la grada, estarán escondidos ojeadores de los grandes clubs del mundo. Los que enamoran sólo con su aura, con su nombre, con la grandeza que reflejan los ojos aterrorizados de sus rivales. Entonces hoy, estrenas tus brillantisimas botas. Intentas darte un estilo muy personal, para atraer la atención. Estas ya en el césped. El partido ha arrancado. Durante el calentamiento ya has podido divisar donde se sitúan los ojos por los que mueres. En la cancha, lo das todo. Cada músculo tuyo parece haber asistido a un briefing pre-exhibición. Nada falla. Todos dan lo mejor de si. Pitido final. Esperas haber causado gran impresión. Ahora empieza el otro partido, el de la zona vip.
Ahí llegan ellos. Con sus trajes realzando más si cabe su superioridad. Te parece que no compartís el mismo aire. Ellos inspiran, seleccionan el mejor oxígeno y luego espiran para dejarnos los restos. Para darnos la sensación de que tenemos algo en común.
Se te acercan y empieza la conversación. Disimulas tus nervios arrastrándolos hacia tu propio terreno. El de la confianza. El de la seguridad. Sus voces son cantos de sirena. Cualquier palabra salida de sus cuidadas bocas parece tener un toque de glamour, de sueño.
Les has gustado. Quieren contratarte. Te prometen ser delantero titular. Jugar todos los partidos, especialmente los más importantes. Estas casi convencido. Para fingir la duda, echas una mirada al rededor tuyo para hacerte de rogar. Pero en ese momento, ves tu club y caes fulminado por el rayo del dilema. Ves tu estadio, pequeño pero acogedor. Ves tu afición, pobre pero entregada. Ves a tus compañeros, feos pero leales. Tu situación en la entidad es inmejorable. Gozas de una estabilidad que nunca te daría uno de los grandes.
Y no sabes qué hacer. Unos firman sin mirar atrás. Puede que triunfen y se conviertan en semi dioses, puede que acaben calentando banquillo concluyendo así esa carrera antiguamente prometedora. Otros rechazan la oferta y apuestan por lo seguro. Por seguir en su casa, con los suyos, alejado de cualquier tipo de aventura foránea.
Y otros, cómo tú, no se deciden. Al final, el equipo grande se cansa. Pierdes el AVE. Pero tu propio club se cansa de tus indecisiones. Pierdes el tren. Acabas en tierra de nadie. Reconvirtiendote y dejando el fútbol.
Obviamente, este artículo habla de todo, menos de balompié ;)

Hoy es día de partido. Presientes que en la grada, estarán escondidos ojeadores de los grandes clubs del mundo. Los que enamoran sólo con su aura, con su nombre, con la grandeza que reflejan los ojos aterrorizados de sus rivales. Entonces hoy, estrenas tus brillantisimas botas. Intentas darte un estilo muy personal, para atraer la atención. Estas ya en el césped. El partido ha arrancado. Durante el calentamiento ya has podido divisar donde se sitúan los ojos por los que mueres. En la cancha, lo das todo. Cada músculo tuyo parece haber asistido a un briefing pre-exhibición. Nada falla. Todos dan lo mejor de si. Pitido final. Esperas haber causado gran impresión. Ahora empieza el otro partido, el de la zona vip.
Ahí llegan ellos. Con sus trajes realzando más si cabe su superioridad. Te parece que no compartís el mismo aire. Ellos inspiran, seleccionan el mejor oxígeno y luego espiran para dejarnos los restos. Para darnos la sensación de que tenemos algo en común.
Se te acercan y empieza la conversación. Disimulas tus nervios arrastrándolos hacia tu propio terreno. El de la confianza. El de la seguridad. Sus voces son cantos de sirena. Cualquier palabra salida de sus cuidadas bocas parece tener un toque de glamour, de sueño.
Les has gustado. Quieren contratarte. Te prometen ser delantero titular. Jugar todos los partidos, especialmente los más importantes. Estas casi convencido. Para fingir la duda, echas una mirada al rededor tuyo para hacerte de rogar. Pero en ese momento, ves tu club y caes fulminado por el rayo del dilema. Ves tu estadio, pequeño pero acogedor. Ves tu afición, pobre pero entregada. Ves a tus compañeros, feos pero leales. Tu situación en la entidad es inmejorable. Gozas de una estabilidad que nunca te daría uno de los grandes.
Y no sabes qué hacer. Unos firman sin mirar atrás. Puede que triunfen y se conviertan en semi dioses, puede que acaben calentando banquillo concluyendo así esa carrera antiguamente prometedora. Otros rechazan la oferta y apuestan por lo seguro. Por seguir en su casa, con los suyos, alejado de cualquier tipo de aventura foránea.
Y otros, cómo tú, no se deciden. Al final, el equipo grande se cansa. Pierdes el AVE. Pero tu propio club se cansa de tus indecisiones. Pierdes el tren. Acabas en tierra de nadie. Reconvirtiendote y dejando el fútbol.
Obviamente, este artículo habla de todo, menos de balompié ;)
Qué GRANDE eres Daví!!! Da gusto leerte, me parece que el curso lo vas a dar tu!
RépondreSupprimerYo personalmente me decanto por los equipos pequeños, los de tu tierra, con los que te identificas, los que te hacen soñar... aquellos con los que cada pequeña victoria ya es motivo de felicidad, sin grandes pretensiones, los que te dan alegrías y penas y aun así te acompañan durante toda la vida... y con los que cuando finalmente se gana algún título se disfruta mil veces más y de una manera especial porque demuestran que son como tu humildes pero constantes hasta llegar a lo más alto... y además en esos equipos la afición es más agradecida jajajaj
Por cierto, este comentario no habla del Deportivo aunque sea el mejor equipo modesto del mundo jajaja
Yo ya sabes, soy de club grande, de los que juegan la champions, de los que hacen historia y te hacen tocar las estrellas. Pero esa clase de equipos tb son los que te tratan como un juguete roto. Y los equipos pequeños los que te tratan como la estrella que te mereces ser. He aqui el gran dilema, que lástima que no se pueda jugar en dos, o si? no hay un cedido del Real Madrid? ajjaajja
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