La rebelión de los pequeños

Ser un peluche andante hace que la gente te pare por la calle y te pregunte cosas. "Cómo haces para subirte al fotomatón?"; "Cuando llueve, hinchas?"; "Si te pinchas, sangras plumas?" y un largo etcétera. El otro día, volviendo del supermercado, un anciano con la camiseta del Levante me llamó la atención. Le dije que yo también era fan de los equipos pequeños, sin recursos. Y tuvimos una charla muy interesante al respecto. Al llegar a casa tuve que tirar los Cornettos que había comprado. Diagnóstico: descongelación.

Me gusta el fútbol. Aún recuerdo las tardes de domingo con David. Los dos tirados en el sofá mirando Multifutbol, pirateando la señal (aiiii las señales...). Qué tiempos... Ahora, este maldito ser está por Inglaterra haciendo no sé qué cosa. Aprendiendo inglès dice. Ya, y porque no se apuntó a CCCC? Cómo todos? Seguro que ya tiene otro peluche gestionando su habitación British.

David optó por la vía fácil: Elegir entre el Madrid y el Barça. Yo en cambio soy más valiente. Voy con los pequeños. Con los equipos de media clasificación. Equipos que de vez en cuando, por un cruce de circunstancias, acaban jugando la UEFA, incluso la Champions League. Me emociono al ver esas azañas. La ilusión de toda una ciudad. Los gestos torpes de una afición y un equipo no acostumbrados a grandes escenarios, a grandes eventos, a rivalizar contra dream teams.
Recuerdo el Villareal de Riquelme, cayendo en semis de la Champions. El Zenit de San Petersburgo llevándose la pasada copa UEFA. El Getafe haciendo temblar al todo poderoso Bayern de Munich.
Pero cuando sí derramo una lagrima, es cuando llega el Mundial. Croacia en 1998, Turquía en 2002, Trinidad y Tobago en 2006. Tantos equipos que sólo por llegar donde han llegado, se merecen un monumento en su país. Algún día uno de esos equipos ganará un Mundial, ese día lloraré de emoción.

Este año no hay Mundial... seguro?